El sueño de la humanización, cuya concreción es siempre proceso, siempre devenir, pasa por la ruptura de las amarras reales, concretas, de orden económico, político, social, ideológico, que nos condena a la deshumanización. El sueño es así una exigencia o una condición que viene haciéndose permanente en la historia que hacemos nos hace y rehace…
(Paulo Freire, Pedagogía de la Esperanza)
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Documento de la Escuela de Formación Susana «Peta» Acevedo (*)
Aprendizajes, contextos escolares, saberes pedagógicos se encuentran en una encrucijada: las dificultades que enfrentamos en el marco del aislamiento social, preventivo y obligatorio permiten poner en tensión todo lo que conocemos sobre nuestro sistema educativo y las respuestas que podemos brindar.
La pandemia trajo como consecuencia la suspensión de la vida cotidiana en el sistema educativo. La no presencialidad nos enfrenta a un modelo de escuela que no podemos siquiera pensar.
Los docentes estamos trabajando en el imponderable combate de llegar a nuestros alumnos enfrentando el desafío que une a todos. La mayoría de nosotros no contamos con aparatos tecnológicos en condiciones y vastos sectores sociales están sin conectividad, ni siquiera en las escuelas está presente este servicio y, en las que hay, lo solventamos, en gran mayoría, los propios trabajadores.
La pandemia parece habernos tomado por sorpresa, pero las condiciones en las que funcionan las escuelas es materia de agenda educativa por más de 40 años, lo cual hace previsible, en esta crisis, no tener las condiciones mínimas garantizadas.
En términos de condiciones de trabajo, nuestra tarea se ha complejizado y muchas de las herramientas que usamos son las personales, que se han puesto al servicio del conjunto.
Los trabajadores de la educación seguimos trabajando, no estamos de receso y cada uno de nuestros hogares trata de convertirse en un aula, pero no podemos tapar el sol con las manos.
Nuestro sistema educativo es presencial. La mediación pedagógica del docente no es a través de textos para ser leídos y comprendidos en soledad.
En este tiempo de pandemia y aislamiento es necesario garantizar la continuidad pedagógica de los estudiantes y docentes, pero nuestra práctica, se vislumbra en la creación de lazos de solidaridad, el trabajo colectivo y colaborativo en solidaridad, que implica aprender a leer la realidad, y se construye a través de miradas, gestos y charlas, en un contexto situado en la realidad social en la que está cada escuela.
En un país desigual como el nuestro, donde más de la mitad de la población tiene las necesidades básicas insatisfechas, garantizar la igualdad de derechos en el acceso a la educación de esta manera es imposible. La pedagogía en nuestro país se basa en la actividad cotidiana, es una relación social de producción de conocimiento. Es afecto, vinculo personal, en definitiva, humanidad.
En principio, el sistema educativo tiene múltiples circuitos, en la mayoría de los cuales la desigualdad es la característica visible.
Miles de familias, millones de habitantes en un país azotado por las políticas neoliberales viven el día a día en precariedad absoluta, no podemos recibir el discurso de adecuaciones sin alarmarnos, no se trata de adecuarnos ni de ser creativos, es asumir la responsabilidad de un compromiso histórico que marcará la diferencia en el futuro.
Porque cuando esta pandemia termine, debemos encontrar soluciones a muchos problemas y eso se hace en el debate franco y la escucha de todas las fuerzas de la sociedad: nada podrá ser igual, la escuela pública tampoco.
Cuando podamos salir de la pandemia asegurando condiciones de vida en salud, trabajo y alimentación tendremos que definir una construcción pedagógica diferente, como sindicato, como organizaciones sociales, como pueblo.
En estos momentos, cada docente es bombardeado con diferentes líneas pedagógicas, arrastrado en la vorágine de tener que utilizar las herramientas virtuales de manera exitosa y cautivado por aplicaciones y programas que desde la estandarización pretenden venir a suplir una “clase”, no sin réditos económicos para la empresa que ofrece dicho servicio.
Los debates entre lo público y lo privado emergen con fuerza en estos momentos… Y como trabajadores de la educación sabemos, hoy más que nunca, que la escuela pública es articuladora de la sociedad y que tenemos que formalizar nuevas relaciones sociales basadas en la solidaridad.
No sirve un currículo desvinculado del contexto, no sirven las tareas y actividades que no promuevan una mirada crítica de la realidad, en cualquier nivel de la enseñanza. No se puede correr detrás de un curriculum que no podemos desarrollar, la interrupción de lo cotidiano también marca que los programas, las maneras de evaluar, las formas hasta ahora implementadas no se pueden aplicar, la urgencia de lo que los burócratas denominan dispositivos no tienen razón de ser, nada es igual en pandemia, la tarea educativa tampoco.
Valoramos los cuadernillos, programas de radio y tv, junto a otras intervenciones, pero necesitan del docente trabajando con ellos. Tantos esfuerzos y recursos corren el riesgo de no cumplir función alguna, porque el contenido se convierte en conocimiento por la intervención del trabajador de la educación, el estudiante y la comunidad educativa que lo valida. Escuela pública, laica, gratuita y para toda la sociedad, es la urgencia, con contenidos relacionados al contexto para hacer de la realidad un texto, las formas de convivencia, el cuidado de los bienes comunes, nuestras tradiciones regionales, el flagelo de la violencia de género, es momento de fortalecer las relaciones sociales de producción, de conocimiento y de vida para todos.
Después de la pandemia y el aislamiento nada puede volver a ser como era. Es la oportunidad de nuevas construcciones, en las cuales la escuela pública y los trabajadores de la educación sindicalizados, el conjunto del pueblo y las representaciones de las organizaciones sociales, tengamos la posibilidad de llevar adelante el debate educativo necesario y urgente.
Estamos trabajando como todos los días y aún más para llegar a todos los estudiantes, para buscar la estrategia propicia para que todos estén en el sistema educativo, para generar igualdad y por esto exigimos políticas públicas.
No podemos volver a las clases y la escuela, porque nunca abandonamos nuestro trabajo, estamos en la escuela, hemos convertido el escenario social en un aula, construimos herramientas para reivindicar la pedagogía de la esperanza. Reclamamos lo que necesitamos, escuelas en condiciones, con vidrios y puertas, con sanitarios y limpieza, con docentes con trabajo y salario digno, expresamos la necesidad de salud, trabajo y alimentación para el conjunto del pueblo.
Reclamamos el debate impostergable en política educativa que piense y concrete nuevos desafíos, nuevos modelos de enseñanza, nuevos formatos y sobre todo con un presupuesto acorde a semejante desafío, donde se garanticen las condiciones de trabajo, de enseñanza, de aprendizaje para una educación pública soberana pedagógicamente, con o sin pandemias.