Para imponer el proyecto educativo iniciado el 24 de marzo de 1976, se necesitaba la muerte de un maestro. Para legalizar el desguace del Estado y miles de millones de dólares desparecidos, se empezó robando a ese mismo maestro un par de zapatos nuevos. El maestro Isauro Arancibia, secretario general de la Asociación de Trabajadores de la Educación Provincial (ATEP), fue asesinado en la sede del sindicato antes del amanecer de ese 24 de marzo de 1976. Tenía 120 balazos en el cuerpo. Su hermano Arturo, 70. En Jujuy, Marina Vilte, alma mater del gremio docente, fue detenida ese mismo día, la liberaron y meses después desapareció. En Córdoba, Eduardo Requena, otro incansable dirigente, líder de la unidad de todos los gremios del país, fue secuestrado y nunca más apareció.
Alrededor de 600 docentes fueron desaparecidos en todos el país.
La escuela durante la dictadura
La dictadura militar cerró carreras universitarias, modificó planes de estudio, prohibió libros (desde El Principito hasta los cuentos de Elsa Bornemann) y artistas populares como Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, y persiguió toda forma de organización docente y estudiantil.
Adolescentes y jóvenes fueron las principales víctimas de terrorismo de Estado, para la implementación de un régimen basado en el terror impuesto desde el Estado. Para ello se desarrolló un plan sistemático de detención desaparición de personas
La escuela como formadora de las futuras generaciones era un espacio central para el disciplinamiento social. Para ello, y en palabras del mismo Jorge Rafaél Videla “Por eso es nuestra intención, en nuestra acción de Gobierno, afirmar los valores tradicionales que hacen a la esencia del ser nacional y ofrecer estos valores como contrapartida a toda ideología extraña que pretenda suplantar estos valores, y aún más, conculcarlos”.
Las instrucciones para el ámbito educativo, la campaña de presión sobre los docentes, la información a los padres para reconocer subversivos en la escuela, fueron herramientas que permitieron un mayor control de la educación, su desideologización y su adaptación a los proyectos a largo plazo del Estado genocida.
La escuela siguió siendo concebida como un escenario privilegiado de creación de los futuros ciudadanos, por lo que su formación tanto en contenidos como en valores debía ser constantemente monitoreada, controlada y reprimida.


PRENSA Agmer Villaguay