11 DE FEBRERO DE 1921 - 97 ANIVERSARIO DE LA SEMANA TRÁGICA.
La historia obrera argentina ha sido olvidada en muchos de sus tramos, hay acontecimientos de gran importancia que significaron las luchas obreras y que tuvieron una enorme influencia en la sociedad.
La concentración había sido convocada para reclamar la libertad de Iosef (o José) Aksentzov, un militante socialista oriundo de Ucrania, que presidía el Sindicato de Oficios Varios de nuestra ciudad.
El sindicalista había sido detenido días antes, luego de haber sido golpeado brutalmente por los propietarios de máquinas y los agricultores afectados por la huelga de “braceros” de Villa Domínguez (hoy serían estibadores), que el gremio había dispuesto para reclamar un aumento de salarios.
Aunque Aksentzov fue la víctima del ataque, cuando el gremialista fue a radicar la denuncia en la comisaría de Domínguez quedó detenido y fue trasladado a nuestra ciudad, por “agitador profesional”.
La injusta detención de Akzentov motivó que los obreros, apoyados por organizaciones de otras ciudades, se movilizaran a la plaza de Villaguay el 11 de febrero de 1921, con la idea de pedir su liberación.
“Desde temprano, circuló entre el vecindario la noticia de que esa gente asaltaría el pueblo. Pocos escaparon a la treta. De donde muchos concurrieron a la plaza armados. Era la siesta del domingo 11 de febrero de 1921. Comenzaba Carnaval. Rodeaban la tribuna gente del pueblo, en su mayoría conservadores destacados y hombres de la ‘Liga Patriótica’ de (Manuel) Carlés que habían ido a deshacer el mitin (…). Comenzó el obrero gráfico Nieves Cisneros a dar las razones del acto. Y a sus primeras palabras las interrumpió el grito insultante de ‘haraganes’. Tras el grito, un tiro. Y otro. Y puñetazos y corridas. Y civiles a caballo tras los fugitivos, en pelo, a la carrera, enarbolados los rebenques como en cargas a degüello. Judíos que huían despavoridos hacia Domínguez y Clara. Criollos que les cortaban los bigotes a cuchillo. La policía sañuda. El sargento Filomeno Barrios, correntino mal enseñado, alrededor de la plaza, apaleando a diestra y siniestra. El milico Bergara, tape guapo y sanguinario, tumbándolo de un planazo a Rossi, sindicalista paranaense… Muchos tratan de calmar a los excitados. Ya advirtieron la mentira. Nadie viene a asaltar. Todos a reclamar justicia. De pronto se oye el grito desgarrador, terrible, de bestia herida de Alberto Montiel. Su hijo Héctor yacía muerto junto a él, frente a la policía, entre las flores. Y en un banco de la plaza una madre sentada con el hijo muerto de un balazo, entre los brazos”.
El saldo de la represión a los obreros fue de 1 Muerto, 40 heridos algunos de gravedad y 76 detenidos a los que se sometió a malos tratos y abusos en la comisaría. Este hecho sangriento trascendió en el orden nacional e internacional ya que las grandes centrales sindicales repudiaron la violencia estatal contra el pueblo trabajador.
La CTA Autónoma Entre Ríos y AGMER Villaguay recuerdan hoy a los hombres, mujeres y niños que protagonizaron aquella inquebrantable voluntad de lucha con que enfrentaron al poder opresor.
Semana trágica en Villaguay por Raúl Jaluf
Julio Fernández tuvo su escritorio en donde hoy tengo mi museo-taller. En una de las tantas charlas que compartí con él en sus últimos años en Villaguay, hablando de hechos acaecidos en la ciudad surgen los de Febrero del `21 y me hace un relato de lo que fue testigo siendo un chico.
Era carnaval y vio pasar mucha gente con estandartes. De los estandartes colgaban panes. Julio, hijo de Ventura Fernández, que vivía en calle Urquiza al 400, se acopló a lo que él creía una murga y marcho hacia la plaza.
Cuando comenzó la balacera, un vecino de la ciudad lo reconoció, lo rescató y lo llevó a su casa para luego darle aviso a sus padres, que lo buscaron en un domicilio de calle Alem a media cuadra de la plaza.
Cuando comenzó la balacera, un vecino de la ciudad lo reconoció, lo rescató y lo llevó a su casa para luego darle aviso a sus padres, que lo buscaron en un domicilio de calle Alem a media cuadra de la plaza.
PRENSA Agmer Villaguay
LA HISTORIA COMPLETA.
Villaguay, una “semana trágica” en miniatura
Las crónicas siempre son parciales. Y por eso el único nombre que aparece cuando se recuerdan los episodios del 11 de febrero de 1921 en nuestra ciudad es el de Héctor Montiel, el hijo de 17 años del caudillo conservador Alberto Montiel, muerto de un balazo en una refriega que -cuentan con menos detalles los diarios de entonces- también se llevó la vida de “un niño que figuraba entre los manifestantes”.
La concentración había sido convocada para reclamar la libertad de Iosef (o José) Aksentzov, un militante socialista oriundo de Ucrania, que presidía el Sindicato de Oficios Varios de nuestra ciudad.
El sindicalista había sido detenido días antes, luego de haber sido golpeado salvajemente brutalmente por los propietarios de máquinas y los agricultores afectados por la huelga de “braceros” de Villa Domínguez (hoy serían estibadores), que el gremio había dispuesto para reclamar un aumento de salarios.
Aunque Aksentzov fue la víctima del ataque, cuando el gremialista fue a radicar la denuncia en la comisaría de Domínguez quedó detenido y fue trasladado a nuestra ciudad, por “agitador profesional”.
La injusta detención de Akzentov motivó que los obreros, apoyados por organizaciones de otras ciudades, se movilizaran a la plaza de Villaguay el 11 de febrero de 1921, con la idea de pedir su liberación.
Lo que sucedió fue otra cosa. El historiador villaguayense Justo José Miranda, en su libro “Villaguay, mi pueblo”, lo narra así:
“Desde temprano, circuló entre el vecindario la noticia de que esa gente asaltaría el pueblo. Pocos escaparon a la treta. De donde muchos concurrieron a la plaza armados. Era la siesta del domingo 11 de febrero de 1921. Comenzaba Carnaval. Rodeaban la tribuna gente del pueblo, en su mayoría conservadores destacados y hombres de la ‘Liga Patriótica’ de (Manuel) Carlés que habían ido a deshacer el mitin (…). Comenzó el obrero gráfico Nieves Cisneros a dar las razones del acto. Y a sus primeras palabras las interrumpió el grito insultante de ‘haraganes’. Tras el grito, un tiro. Y otro. Y puñetazos y corridas. Y civiles a caballo tras los fugitivos, en pelo, a la carrera, enarbolados los rebenques como en cargas a degüello. Judíos que huían despavoridos hacia Domínguez y Clara. Criollos que les cortaban los bigotes a cuchillo. La policía sañuda. El sargento Filomeno Barrios, correntino mal enseñado, alrededor de la plaza, apaleando a diestra y siniestra. El milico Bergara, tape guapo y sanguinario, tumbándolo de un planazo a Rossi, sindicalista paranaense… Muchos tratan de calmar a los excitados. Ya advirtieron la mentira. Nadie viene a asaltar. Todos a reclamar justicia. De pronto se oye el grito desgarrador, terrible, de bestia herida de Alberto Montiel. Su hijo Héctor yacía muerto junto a él, frente a la policía, entre las flores. Héctor, nuestro compañero, como nosotros veinteañero, estudiante en vacaciones. Y en un banco de la plaza una madre sentada con el hijo muerto de un balazo, entre los brazos”.
El hecho no sólo apareció en los libros de historia local. Por el contrario, alcanzó repercusión nacional y el diario La Nación dió su versión, denunciando que algunos judíos son ayudados por anarquistas y agitadores extranjeros.
Pero es en el diario concordiense El Litoral donde se encuentran las crónicas más jugosas (y también más parciales). “Elementos salidos de Concordia y encabezados por el sujeto ruso Julio Serebrinsky han tenido participación principalísima” en los sucesos, en los cuales perdió la vida el joven Héctor Montiel, bachiller de 17 años, que iba a iniciar sus estudios universitarios.
Se sostiene, además, que el asesinato habría sido perpetrado con premeditación. Y se afirma que “hay testigos presenciales… que aseguran haber visto a un grupo de rusos revoltosos aplaudir frenéticamente en el momento que la víctima se desplomaba herida de muerte”.
Siempre en El Litoral, la información ampliada de los hechos, señalaba que “a las 2 y 30 de la tarde, una manifestación de entre 350 a 400 personas -encabezada por 100 mujeres y niños ostentando banderas rojas y estandartes subversivos- hizo su entrada al pueblo y se dirigió a la plaza de Mayo, profiriendo gritos e insultos denigrantes para el ejército, las autoridades y la patria”.
Allí, los manifestantes fueron arengados por el “agitador” Nieves Cisneros, “empleando el lenguaje más soez”. Pero fue interrumpido por “los primeros disparos de armas de fuego” de parte de los laderos de Montiel y de la policía.
La crónica corregida y ampliada manifiesta que, al parecer, los “revoltosos” se resolvieron a atacar “en forma resuelta; pero una descarga cerrada los hizo retroceder, poniéndose de inmediato en fuga. Los disparos de armas de fuego se sucedían indistintamente en los cuatro costados de la Plaza y lugares adyacentes, viéndose caer a muchos heridos, a quienes no se socorría en el acto, a causa de haber cerrado sus puertas el comercio y las casas de familia”.
Confirma, a continuación, la muerte del joven Héctor Montiel y de “un niño que figuraba entre los manifestantes”.
En los allanamientos realizados, la policía fue secundada por numerosos vecinos que penetraron en la imprenta que servía a los manifestantes. “En esos momentos, cinco individuos se ocupaban en la impresión de una manifiesto sedicioso, (todos los cuales), que son judíos, fueron llevados de los cabellos hasta la policía por el pueblo allí congregado. El dueño de la imprenta e impresor del manifiesto, judío también, sacó la peor parte, pues perdió un ojo en la refriega que allí se produjo, al querer resistir a la autoridad”.
Las crónicas siempre son parciales. Y por eso el único nombre que aparece cuando se recuerdan los episodios del 11 de febrero de 1921 en nuestra ciudad es el de Héctor Montiel, el hijo de 17 años del caudillo conservador Alberto Montiel, muerto de un balazo en una refriega que -cuentan con menos detalles los diarios de entonces- también se llevó la vida de “un niño que figuraba entre los manifestantes”.
La concentración había sido convocada para reclamar la libertad de Iosef (o José) Aksentzov, un militante socialista oriundo de Ucrania, que presidía el Sindicato de Oficios Varios de nuestra ciudad.
El sindicalista había sido detenido días antes, luego de haber sido golpeado salvajemente brutalmente por los propietarios de máquinas y los agricultores afectados por la huelga de “braceros” de Villa Domínguez (hoy serían estibadores), que el gremio había dispuesto para reclamar un aumento de salarios.
Aunque Aksentzov fue la víctima del ataque, cuando el gremialista fue a radicar la denuncia en la comisaría de Domínguez quedó detenido y fue trasladado a nuestra ciudad, por “agitador profesional”.
La injusta detención de Akzentov motivó que los obreros, apoyados por organizaciones de otras ciudades, se movilizaran a la plaza de Villaguay el 11 de febrero de 1921, con la idea de pedir su liberación.
Lo que sucedió fue otra cosa. El historiador villaguayense Justo José Miranda, en su libro “Villaguay, mi pueblo”, lo narra así:
“Desde temprano, circuló entre el vecindario la noticia de que esa gente asaltaría el pueblo. Pocos escaparon a la treta. De donde muchos concurrieron a la plaza armados. Era la siesta del domingo 11 de febrero de 1921. Comenzaba Carnaval. Rodeaban la tribuna gente del pueblo, en su mayoría conservadores destacados y hombres de la ‘Liga Patriótica’ de (Manuel) Carlés que habían ido a deshacer el mitin (…). Comenzó el obrero gráfico Nieves Cisneros a dar las razones del acto. Y a sus primeras palabras las interrumpió el grito insultante de ‘haraganes’. Tras el grito, un tiro. Y otro. Y puñetazos y corridas. Y civiles a caballo tras los fugitivos, en pelo, a la carrera, enarbolados los rebenques como en cargas a degüello. Judíos que huían despavoridos hacia Domínguez y Clara. Criollos que les cortaban los bigotes a cuchillo. La policía sañuda. El sargento Filomeno Barrios, correntino mal enseñado, alrededor de la plaza, apaleando a diestra y siniestra. El milico Bergara, tape guapo y sanguinario, tumbándolo de un planazo a Rossi, sindicalista paranaense… Muchos tratan de calmar a los excitados. Ya advirtieron la mentira. Nadie viene a asaltar. Todos a reclamar justicia. De pronto se oye el grito desgarrador, terrible, de bestia herida de Alberto Montiel. Su hijo Héctor yacía muerto junto a él, frente a la policía, entre las flores. Héctor, nuestro compañero, como nosotros veinteañero, estudiante en vacaciones. Y en un banco de la plaza una madre sentada con el hijo muerto de un balazo, entre los brazos”.
El hecho no sólo apareció en los libros de historia local. Por el contrario, alcanzó repercusión nacional y el diario La Nación dió su versión, denunciando que algunos judíos son ayudados por anarquistas y agitadores extranjeros.
Pero es en el diario concordiense El Litoral donde se encuentran las crónicas más jugosas (y también más parciales). “Elementos salidos de Concordia y encabezados por el sujeto ruso Julio Serebrinsky han tenido participación principalísima” en los sucesos, en los cuales perdió la vida el joven Héctor Montiel, bachiller de 17 años, que iba a iniciar sus estudios universitarios.
Se sostiene, además, que el asesinato habría sido perpetrado con premeditación. Y se afirma que “hay testigos presenciales… que aseguran haber visto a un grupo de rusos revoltosos aplaudir frenéticamente en el momento que la víctima se desplomaba herida de muerte”.
Siempre en El Litoral, la información ampliada de los hechos, señalaba que “a las 2 y 30 de la tarde, una manifestación de entre 350 a 400 personas -encabezada por 100 mujeres y niños ostentando banderas rojas y estandartes subversivos- hizo su entrada al pueblo y se dirigió a la plaza de Mayo, profiriendo gritos e insultos denigrantes para el ejército, las autoridades y la patria”.
Allí, los manifestantes fueron arengados por el “agitador” Nieves Cisneros, “empleando el lenguaje más soez”. Pero fue interrumpido por “los primeros disparos de armas de fuego” de parte de los laderos de Montiel y de la policía.
La crónica corregida y ampliada manifiesta que, al parecer, los “revoltosos” se resolvieron a atacar “en forma resuelta; pero una descarga cerrada los hizo retroceder, poniéndose de inmediato en fuga. Los disparos de armas de fuego se sucedían indistintamente en los cuatro costados de la Plaza y lugares adyacentes, viéndose caer a muchos heridos, a quienes no se socorría en el acto, a causa de haber cerrado sus puertas el comercio y las casas de familia”.
Confirma, a continuación, la muerte del joven Héctor Montiel y de “un niño que figuraba entre los manifestantes”.
En los allanamientos realizados, la policía fue secundada por numerosos vecinos que penetraron en la imprenta que servía a los manifestantes. “En esos momentos, cinco individuos se ocupaban en la impresión de una manifiesto sedicioso, (todos los cuales), que son judíos, fueron llevados de los cabellos hasta la policía por el pueblo allí congregado. El dueño de la imprenta e impresor del manifiesto, judío también, sacó la peor parte, pues perdió un ojo en la refriega que allí se produjo, al querer resistir a la autoridad”.
La Liga y el después
Tras los sucesos del 11 de febrero, la Liga Patriótica reforzará su “trabajo” y tendrá un papel “destacado” en otro episodio sangriento ocurrido en Gualeguaychú.
Alberto Montiel padre encabezará la Brigada Blanca de su pueblo que llegará a Gualeguaychú el 1º de mayo. “Este señor venía con todo el odio en sus venas, pues su hijo, perteneciente a las filas de la Liga Patriótica, había ido a golpear a los obreros anarquistas en un acto que se llevó a cabo en la ciudad de Villaguay, unas semanas antes, pereciendo éste en la refriega”, cuenta Ateo Alcides Jordán.
“La llamada Liga Patriótica… masacró (en Gualeguaychú) a dos trabajadores que se encontraban reunidos para dar una conferencia obrera y después de apalearlos a los que quedaron heridos, los liguistas les cortaron las orejas y los bigotes juntamente con los labios… Ni fiscales ni jueces ni el propio tribunal de justicia dijo hasta hoy absolutamente nada. Es que los responsables de los hechos eran grandes hacendados y terratenientes, y hasta ellos no alcanza la espada de la justicia”, comentaba aún en 1927 el periódico Bandera Proletaria. (Fuente: Villaguay, mi pueblo, Noticias Villaguay, Raúl Jaluf)
Para más información en: Historias del pago chico
Secretaría Gremial Agmer Seccional Villaguay